lunes, 19 de septiembre de 2011

Nueva Zelanda, plató de El Señor de los Anillos (2007)

Nueva Zelanda, plató de El Señor de los Anillos
Publicado el 30 de junio del 2007 en La Voz de Galicia, en el suplemento Cultura, página 4.

Por E.V.Pita

BIENVENIDOS AL PLATÓ MÁS REAL

NUEVA ZELANDA SE CONVIRTIÓ EN UN GIGANTESCO ESTUDIO DE CINE PARA RECREAR LOS ESCENARIOS DE «EL SEÑOR DE LOS ANILLOS». ESTOS PAISAJES SON UN FILÓN PARA EL TURISMO

Una magdalena muffi n de chocolate, un capuchino caliente y la estufa a tope. Esta es una apetecible forma de desayunar en una solitaria parada de la carretera que conduce al monte Cook (Aoraki,
en maorí), el más alto de Oceanía.

Desde la cristalera de la cafetería del apacible pueblo neozelandés de Twizel, el visitante observa divertido el monumento a la oveja merina española, gran productora de lana. El ganado pasta en los
llanos cercanos, antes bosque lluvioso que fue talado. Más allá,
se divisa el color amarillo de las praderas, al pie de montañas nevadas, el lago Pukaki y glaciares fundidos por el calentamiento
global.

Un folleto asegura que el equipo de El señor de los anillos rodó en esas praderas la batalla de Pelennor Fields, con el monte Ered Nimrais al fondo. Y, realmente, uno parece oír los ecos de los
tambores y los cuernos de cientos de lanceros, elfos, hobbies y orcos
en el fragor del combate.

Pero para sentir la magia de Tolkien hay que atravesar la isla sur hasta la estación de esquí de Queenstown. Su apacible lago Wakatipu, repleto de islotes y embarcaderos de madera, fue otro paisaje emblemático de la saga épica del escritor. A sólo 50 kilómetros, está Glenorchy, un bosque que inspiró el ataque de los Olifantes y donde se sitúa la torre de Orthanc, en tierras de Isengard y Lothoriend.

En toda la zona, prácticamente deshabitada, se respira ese ambiente de cuento, propio de la Tierra Media. En las inmediaciones también se halla el pueblo fantasma de Arrowtown,
donde vivían mineros chinos. En los cañones cercanos se divisan
cabañas que podrían pertenecer a los enanos.

Más arriba, está el bosque de hadas de Rivendell, el río de Asfaloth que cruzó Frodo (el portador del anillo), y los Gladden Fields, escenario de un combate contra los temibles orcos.

La ruta continúa hacia el despoblado sur. Allí moran loros negros
que se comen los neumáticos y los sándwich de los turistas. Aún se
preserva el auténtico Rain Forest, un bosque fósil con helechos gigantes.

En el bello lago Te Anau, el arco iris ilumina el bosque de Fangorn. Uno ya mezcla realidad y ficción, y, al mirar por la ventanilla del autobús, cree haber visto cabalgar a los jinetes de la Cofradía del Anillo sobre la hierba amarilla y un riachuelo.

El viaje finaliza en el lugar más apartado del mundo: Fiorland. Desde el transbordador que cruza los fiordos de Double y Milford Sound, el turista mira de reojo en busca de las estatuas gigantes del primer episodio. De regreso a la isla norte, camino de Auckland, es posible disfrutar de las suaves lomas de Hobbiton.
E. Vázquez Pita

Crítica literaria
TRAGEDIA EN LA PRIMERA EDAD
El lector que se adentre en Los hijos de Húrin tendrá la sensación
del déjà vu, de haber visto la misma trama en alguna saga irlandesa, donde los guerreros, los enanos y otras razas se disputan el dominio de la Tierra.

Los hijos de Húrin era una obra inédita de Tolkien que transcurre
en la Primera Edad, anterior a El señor de los anillos. El malvado
Morgoth y sus aliados orcos conquistan y esclavizan los reinos de los hombres. Túrin, hijo del rey prisionero Húrin, es criado con los elfos, pero el joven se mete en líos y se autoexilia con una banda de proscritos. Los conflictos del alma y el corazón atrapan al lector, abrumado por cientos de datos de batallas y árboles genealógicos.
Cuenta la tragedia de los padres que sobreviven a sus hijos.
Para nostálgicos.| e. v. p.

No hay comentarios:

Publicar un comentario