lunes, 19 de septiembre de 2011

Singapur: el tigre que ruge más fuerte (2004)

Singapur: el tigre que ruge más fuerte (2004)

Publicado en la sección de Economía de La Voz de Galicia, el 19 de septiembre del 2004

Enlace permanente: http://reportajesdeevazquezpita.blogspot.com/2011/09/singapur-el-tigre-que-ruge-mas-fuerte.html

Reportaje | Singapur, una economía en plena ebullición


El tigre asiático que ruge más fuerte
Singapur, con un crecimiento anual de su PIB del 12,5% no tiene nada que envidiar a otras economías asiáticas como China, que ponen de rodillas a los productores europeos.

E. Vázquez Pita
redacción

Podría ser una escena de la película Lost in Traslation. Imagine que usted mira por la ventana del piso 30 de su hotel, desde la que se divisan las siluetas de múltiples rascacielos rodeados de nubes
que anuncian una tormenta tropical. Insomne a causa del jet-lag, usted baja hasta el bar, donde canta una mujer oriental y un grupo de japoneses sigue las letras de un karaoke. Se acerca a la barra y se suma a otros hombres de negocios que hacen el stopover (escala con hotel) en Singapur. Allí oye uno de los chistes que resume la esencia de esta ciudad: «¿Sabías a qué edad se jubilan las azafatas de Singapur Airlines? A los 22 años».

Por algo, esta compañía aérea tiene fama de poseer una de las flotas más renovadas del mundo. La república del león dispone de 3.200 vuelos semanales que enlazan con 150 ciudades de 49 países y es base de 400consignatarias marítimas.

Su economía crece a un ritmo anual del 12,5%. Nada que envidiar a otros tigres asiáticos como China y Corea del Sur que ponen de rodillas a los productores europeos. Los negocios van viento en popa en esta isla-Estado que multa con 250 euros a quien ose arrojar un chicle masticado en sus impolutas calles.

Abierto las 24 horas
En esta ciudad de vigas de acero y hormigón prefabricado trabajan cuatro millones y medio de habitantes en horario de abierto las 24 horas y que disfrutan de una renta de 26.500 dólares per cápita.

Singapur, menos moderna que Honk Kong, puede presumir de que su PIB crece como la espuma: del 8% en 1995 ha pasado a un 12% este año. Los contenedores se amontonan en su puerto, mientras los rascacielos crecen como setas en la orilla del río. Su economía es tan dinámica como la de China o Corea. Sus astilleros están especializados en reparar buques y sus fábricas de automóviles figuran entre las diez más productivas del mundo. Además, la ciudad refina petróleo, produce equipos electrónicos, de perforación de pozos petrolíferos y de caucho. También realiza actividades de comercio, servicios financieros y biotecnología.

Le ayudan sus lazos internacionales en un país asiático donde el idioma oficial es el de la antigua metrópoli británica, lo mismo que el tamil, el malayo y el chino. Enclavado entre Malasia e Indonesia, Singapur es una puerta hacia Asia, donde un occidental se siente cómodo como en una burbuja.

Por algo será que Inditex ha instalado su segunda tienda de Zara en Orchand Road. Esta kilométrica avenida está flanqueada por centros comerciales de cuatro plantas de altura y calles cubiertas de cristal que compiten en grandiosidad. Las jóvenes clientas suben de tres en tres por las escaleras de este comercio gallego, cuyos sofisticados escaparates comparten acera con las grandes casas de la moda de lujo.

Al caminar por Orchand Road, entre cientos de peatones cargados de bolsas, uno se siente atrapado por la fiesta del consumo. Es fácil caer en la tentación de regatear en las innumerables tiendas de
cámaras fotográficas, regentadas por hindúes o chinos, en donde se pueden conseguir reducciones del 40% respecto a los precios europeos. El dólar de Singapur equivale a medio euro.

Los pequeños comerciantes incluso aceptan el precio que el cliente marque. El iluso vuelve a recoger su producto unosdías despuéspero el dependiente le intenta colocar nuevos accesorios. Esto suele irritar a los turistas occidentales, que se sienten burlados. Algunos prefieren a los vendedores árabes porque cumplen su palabra trascerrar el regateo.

El día grande es el sábado por la noche, donde no hay baldosa libre ni en la calle ni en las discotecas de moda. Brillan los tubos de neón y los anuncios de los taxis amarillos. Los restaurantes de sushi japoneses están repletosde alegres comensales que pican con los palillos los rollitos de pescado crudo que circulan por una cinta transportadora.

Igual de atestados están los McDonald’s o los cafés Starkburcks.
Uno tiene la sensación de que el capitalismo y el comercio han roto fronteras y unido a una población compuesta de chinos, malayos, hindúes, indonesios y occidentales.

El comercio ha sido mantenido por las prósperas familias chinas que se establecieron a principios de siglo al amparo del Imperio de su majestad británica. Unos edificaron templos budistas y otros iglesias adventistas. Es la excepción a la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Hunttington, que explica las guerras actuales, desde Bosnia a Irak, por el enfrentamiento entre culturas tan dispares como la musulmana o la cristiana.

Los habitantes de Singapur se sienten especialmente orgullosos de su fiesta nacional. En Melbourne, un joven ejecutivo que volvía a esta ciudad asiática preguntaba con interés: «¿Han estado el día que celebramos la independencia?». La descolonización produjo el milagro económico de esta república que mide 600 kilómetros cuadrados.

Ni rastro de chabolas
Los malayos emigraron como mano de obra y los trabajadores fueron asentados en barrios con viviendas dignas. No se aprecia el chabolismo de otras grandes ciudades. Unos siguen conduciendo
las bicicletas de los turistas mientras otros prosperaron y dirigen emporios desde sus elevados despachos del puerto malayo.

Sólo en Little India y Chinatown se puede apreciar un resquicio de la vieja Asia: vendedoras de pescado seco o viejos jugando a las damas. Uno tiene la sensación de que en este diminuto país hay sitio para todo el que quiera ganar dinero. Las mujeres hindúes, vestidas con sus tradicionales sharis, salen y entran de las joyerías y las boutiques de moda, y los turistas europeos toman un daikiri en el mítico hotel colonial Raffest.

Pero esta república tiene sus reglas: el billete de avión advierte que traficar con drogas está penado con la ejecución inmediata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario